Presente y futuro del semiárido larense



Manuel Gómez Naranjo



El semiárido Larense está conformado por dos grandes áreas: la primera conformada por pequeños valles, con escasa tierra agrícola, en donde predomina la crianza de caprinos; por esas razones las familias deben complementar sus ingresos con actividades no agrícolas como comercio y migraciones laborales estacionales a la agricultura o la ciudad. La segunda conformada por grandes cuencas, como Quíbor, Carora y Siquisique, así como otras medianas, como Bobare y El Tocuyo, que tienen gran potencial agrícola pero el manejo del agua de riego es incipiente. En estas regiones, particularmente en Quíbor, Carora y Siquisique hay fincas con tecnología moderna.

En el Estado Lara ya son más de 60 años de esfuerzos, inversiones, nuevas tecnologías, para sacar a los productores de subsistencia de la pobreza, en su mayor parte liderados por instituciones del Estado. Se construyeron muchas lagunas para agua de riego y potable, y cisternas para almacenar agua de lluvia, la mayoría manejadas en forma comunitaria. El enfoque de desarrollo que se privilegió fue el de apoyar a los más pobres y en zonas con poco potencial agrícola o ganadero, por otro lado, hubo una orientación muy decidida al colectivismo o comunitarismo como modelo de organización del proceso productivo. En todos estos años se han logrado algunos avances, pero faltaría saber que otros enfoques y estrategias es necesario aplicar para fortalecer lo que se ha venido haciendo.

Las estrategias de desarrollo para combatir la pobreza rural aplicadas en América Latina requieren una revisión profunda, porque luego de décadas de esfuerzos y enormes cantidades de recursos gastados pareciera que los resultados todavía dejan mucho que desear. Las nuevas estrategias deben incorporar los enormes cambios que están ocurriendo en el mundo como consecuencia del acelerado desarrollo tecnológico, la globalización de los mercados, los enormes procesos migratorios, la emergencia de una nueva generación de políticas sociales (por ejemplo la Renta Básica Universal de la que se está hablando mucho) y los desafíos ambientales.

Un enfoque de desarrollo integrador es lo que se ha dado en llamar la Gestión del Territorio en el Semiárido; este enfoque toma en consideración algunos temas significativos, a saber:
  •         Acceso y saneamiento legal de la propiedad agraria, incluyendo regulaciones y acuerdos para el uso de las tierras comunales.
  •         Manejo de los recursos naturales (agua, tierra y vegetación) lo que implica una adecuada gestión de las microcuencas como sistemas integrados.
  •         Impulso de actividades productivas que no acentúen la disrupción ambiental mediante la aplicación de tecnologías blandas.
  •         Desarrollo social que valore la corresponsabilidad ciudadana y la consolidación de organizaciones autónomas.
  •         Diseños institucionales inteligentes y flexibles que tengan capacidad de articularse, aprender y de mutar al ritmo de los cambios del entorno. 


En los enfoques de desarrollo del semiárido debería prevalecer una visión compartida entre agentes externos y la comunidad, que resuelva el falso dilema entre “comunitarismo” e iniciativas individuales, y la tensión entre la agricultura de subsistencia y modelos más empresariales. El semiárido debe dejar de verse como un problema, y más bien descubrir las oportunidades que ofrece para las comunidades.  

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